Categoría: Finlandia

  • RYANAIR Festeja el AÑO NUEVO con PASAJES por EUROPA desde 20,20 EUROS

    RYANAIR Festeja el AÑO NUEVO con PASAJES por EUROPA desde 20,20 EUROS

    La aerolínea Low Cost irlandesa, con motivo de celebrar la llegada del año nuevo, lanzó una promoción en la que se pueden hallar muchos pasajes por Europa desde 20,20 Euros el tramo (en clara alusión al año entrante), para viajar entre Febrero y Marzo de 2020.

    En el caso de España, los destinos en oferta varían según el aeropuerto de partida, siendo los más beneficiados los aeropuertos de Alicante y Málaga. Los destinos en oferta son los siguientes:

    Dependiendo el aeropuerto de salida, los destinos son de los mas variados. Para comprobar la promoción, simulamos dos vuelos desde Barcelona El Prat, el primero de ellos hacia la siempre hermosa Budapest, y esto es lo que nos ofreció:


    Efectivamente encontramos pasajes por ese precio en Tarifa Value, que solo permite 1 bolso pequeño de equipaje. Similar caso cuando simulamos el vuelo a Estocolmo, la espléndida capital sueca, como se observa a continuación.

    Conclusión:

    No es la mejor promo de RyanAir, pues es cierto que se han visto precios más bajos, pero no deja de ser una oportunidad si estás viajando en estos meses a Europa y te faltó emitir algún tramo. Yo solo cité los vuelos existentes desde España, pero entrando a las páginas de RyanAir de cada uno de los países donde llega la línea aérea, descubrirás la totalidad de los destinos abarcados por la promoción, y quien te dice, encontrás alguno que te sirva. Qué Mejor Manera de Recibir el 2020 que Emitiendo un Vuelo.

  • Crónicas Laponas Nº11: Kiruna y Las Ventanas que Hablan

    Crónicas Laponas Nº11: Kiruna y Las Ventanas que Hablan

    Kiruna fue un punto alto y emotivo en nuestra travesía por la Laponia. Su carácter efímero, de pronta a mudarse y desaparecer, la hacía interesante y exótica, y la fealdad de la mina de hierro que era el corazón y castigo de la ciudad, aportaba un gris dramatismo que no entorpecía la belleza. Nada disfrutaba más que perderme por las calles entre las casas frente a la mina, esas mismas casas prontas a desaparecer. Y si algo me fascinó durante mi travesía por la Laponia sueca fueron las ventanas decoradas. Sí, esas ventanas tenían todo tipo de decoraciones que comunicaban algo, unas ventanas que hablaban.

    Recuerdo que de viaje por Islandia nos encontramos con una mexicana que vivía en Reikiavik, exótico destino hacia donde partió para acompañar a su novio (resulta que su novio tiene un hijo con una colombiana que se fue a vivir a Islandia, entonces, él, para estar cerca de su hijo, se mudó a Reikiavik acompañado de su novia, que es la chica en cuestión). Esta joven originaria de algún lugar del bello México que hoy no recuerdo, contaba que la noche invernal de Islandia que dura unos 3 meses aproximadamente, no es depresiva en lo absoluto, puesto que todos se encargan de compartir a través de sus ventanas sus vidas en algún punto.

    Las inclemencias climáticas por esos lares son tremendas: en Kiruna las temperaturas bajan hasta -35 en invierno, y eso, sumado a los vientos, tormentas de nieve y falta de luz, motiva que los habitantes atraviesen la mayor parte de sus vidas dentro de sus casas. Quizás, en algún punto, las ventanas sirven para comunicarse de una casa a la otra. La falta de cortinas se explica en la necesidad de recibir algo de luz y contactarse con el exterior para mitigar la sensación de encierro.

    Imagino yo, en una descarada suposición, que la gente interactúa con los vecinos e intrépidos transeúntes desde las ventanas. Esas ventanas que son el espejo de la casa, a través de las cuales se puede observar que la vida fluye, aún a pesar de un clima inmisericorde, que la vida sólo se traslada a puertas adentro, pero que, de alguna manera, en el ojo del que mira, no en rol voyeurista, sigue estando un poco en el exterior.

    Suposiciones aparte, estas ventanas hablan, no son apenas aberturas de vidrio con una cortina. Tienen diseños intrincados, con figuras, plantas, decoradas de una manera consciente y planificadas, ventanas que dicen algo al que las ve, ventanas hechas para ser observadas, no para ocultar lo que hay dentro.

    Estas ventanas las había visto en todo el camino desde Haparanda Tornio en la frontera con Finlandia hasta llegar a Kiruna, y me llamaba la atención cómo desde el bus se podía, aún en medio de la profunda oscuridad de la noche, observar perfectanente lo que sucedía puertas adentro. Ventanas que hablaban, que comunicaban, que no tenían intención alguna de ocultar, sino todo lo contrario, tenían por objeto compartir lo que dentro sucedía para de alguna manera, a través de lo que sucede en las distintas ventanas, formar un tipo de entramado social, abstracto quizás y que solo existe en los ojos de quien observa.

    Un atípico medio de comunicación cuyo éxito recae en la sutileza del silencio tan típico de Escandinavia, en la que el mensaje que se envía se comprende en base al diseño, selección de objetos y la vida insonora que se aprecia a través de las ventanas.

    Vidriera de local en Kiruna de venta de artefactos de iluminación y demás accesorios para decoración de ventanas.

    Un silencio que muchas veces es lo justo y necesario para comunicar. Existe en nuestro mundo actual una necesidad de llenar todos los vacíos sonoros con, muchas veces, frases o palabras más vacías que la próxima carencia de sonido. El silencio no tiene que ser incómodo, aún cuando se trata de un silencio de a dos o tres; no hay siempre que hablar, no hay que intentar llenar esa carencia con ruidos solo por evitar el silencio. Quizás a través de esa ausencia de sonidos innecesarios, estamos transmitiendo sin darnos cuenta. Un amigo o pareja con quién podés estar un rato en silencio sin que se vuelva incómodo, es alguien a quien te une un vínculo de confianza y entrega más profundo, tan es así que no necesitás expresarlo en palabras para que ambos lo sepan. El mismo silencio que acompañó todo el recorrido por la Laponia, un silencio a veces ensordecedor, otras veces íntimo, nunca extraño, sino más bien normal. Quizás el barullo es lo natural en Bangkok, pues aquí la norma es el silencio y aislamiento. Una normalidad que disfruté en demasía para escapar del ruido que rodeaba a mi vida antes de partir, un silencio que, lejos de incomodar, mi previa y ruidosa alienación citadina se encargó de balsamar.

  • Cronicas Laponas Nº 10: JukkasJärvi, las Tazas de Abedul y el Silencio Necesario

    Cronicas Laponas Nº 10: JukkasJärvi, las Tazas de Abedul y el Silencio Necesario

    El blanco se confundía con el horizonte. Del otro lado del lago congelado, se vislumbraba nítidamente una iglesia de madera, una de esas Iglesias construidas por los colonizadores para convertir a los Samis o Lapones al cristianismo, lo que sucedería en un largo período de 200 años que dejaría, entre otras cosas, un colorido sincretismo en el arte. El blanco era inmenso, eterno, pero tan solitario e íntimo que subyugaba, conmovía. Nos sentamos un largo rato al borde del lago congelado, para observar el monótono y minimalista paisaje del frío lapón.

    Llegamos al lago ingresando, sin saberlo, en propiedad privada. Los Samis construyen varias casas en un terreno común. No todos usan las Lavvuu, sus conocidas carpas de forma cónica. En la pequeña Jukkasjärvi, muchos ya dejaron su carácter nómade, pero mantienen la costumbre de vivir cerca en un mismo pedazo de tierra, pero cada uno con su casa y su granero. Nosotros, convencidos que el espacio entre las viviendas del era una calle, ingresamos hasta las orillas del lago congelado para maravillarnos con la belleza del blanco, tan fría pero no por eso menos conmovedora. Y mientras disfrutábamos del silencio y la paz de la soledad, algún que otro local nos observaba. Y allí fue que nos dimos cuenta. Nunca nos dijeron nada, ni nos pidieron que nos retirásemos. No debemos ser los primeros en haberlo hecho.

    Fue entonces que caminamos hacia la Iglesia de Jukkasjärvi, una pequeña construcción de madera cuya decoración interna soprendió con los colores vivos y esa simpleza de líneas tan propia de los pueblos nórdicos. Simple, humilde pero elegante a la vez, quizás parte de la esencia del diseño escandinavo que aquí se enriquecía con los colores de la cultura Sami, que se notaban sobretodo en el fresco del altar, donde en el centro se encontraba la imagen de Jesús de Escandinavia.

    El Necesario Silencio

    Más allá de creencias, siempre hallé las iglesias en lugares remotos como un lugar de introspección y paz. De más está decir que éramos los únicos caminando por el pueblo y en la iglesia. Me costaba imaginar la vida en ese contexto de soledad tan profunda pero en esta ocasión lo disfrutaba. La introspección es necesaria ante el barullo de nuestra vida «civilizada», pues tal es el ruido del afuera que frecuentemente olvidamos quién somos, porqué hacemos lo que hacemos y terminamos siendo lo que los demás dicen que debemos ser, consumiendo aquello que nos dicen que debemos consumir para pertenecer y viviendo el caos que como mandato seguimos, a fin solo de sentirnos productivos para quien sabe quién. El silencio es imperioso para reconectarnos con el niño que no debemos dejar de ser; el niño que disfruta, que goza y sufre, esa pureza de ser que no quiero jamás perder.

    En un mundo tan ruidoso, tan contaminado de órdenes y mandatos de otros que ni siquiera conocemos porque en realidad es un concepto tan abstracto, nos olvidamos de la relación más importante y concreta en nuestras vidas: la que mantenemos día a día con nosotros mismos, y nos dejamos de escuchar para conformar a otros y dejar nuestros deseos de lado y descender en nuestra propia lista de prioridades. El níveo silencio de la Laponia que observaba a través de las ventanas de la iglesia, ayudaba a una vez más darme cuenta lo vitalmente necesario que es hablar y escucharse a uno mismo. La Laponia era a esta altura un viaje introspectivo enmarcado en una bella travesía por las tierras del Ártico.

    Sami Siida: El Museo Sami

    Dejamos atrás el templo, en el cual pedimos los tres deseos correspondientes al hecho de conocer una iglesia nueva, parte creencia y parte superstición, para seguir nuestro íntimo recorrido por la soleada y nevada Jukkasjärvi, en dirección al Sami Siida, un museo al aire libre de la cultura Sami que se encontraba justo al lado, donde ingresamos junto a una pareja de turistas australianos. El museo, cuya entrada por adulto cuesta unas caros 180 Coronas Suecas (unos 18 USD), es simple pero informativo. Se ingresa a través del Café Sapmi, y tras pagar a la joven que atiende el café, gift shop y museo, fuimos a dar una vuelta.

    En el museo podemos observar una vivienda nómade típica, observar vestuarios, herramientas y todo tipo de artilugios que ayudan a entender y comprender la vida de los Lapones, pero sin duda el punto alto y razón del costo del precio del ingreso es la interacción con los renos, a quienes se puede alimentar y acariciar. En realidad ellos están detrás de un alambrado, pero la pareja australiana abrió la puerta y se acercaron a acariciarlos. Nosotros seguimos por detrás, con cautela. Permanecimos un rato largo con los renos, hasta que el frío en el cuerpo nos pidió entrar al café, a tomar precisamente un café.


    El café Sapmi estaba construido en una gran carpa Sami. En el centro había una gran fogata que servía para mantener caliente el lugar y para calentar el café, tal como es la costumbre del café Sami. Fácilmente uno de los lugares más inolvidables donde tomé café en mi vida. Banquetas de madera recubiertas con pieles y el calor del fuego hacían de esta cafetería algo único. El toque escandinavo en esta cafetería estaba dado que entre las limitadas opciones para comer algo, había opciones para veganos, intolerantes a la lactosa y celíacos. Parece increíble, pero aún en un pueblo en medio del Ártico existe esa variedad.

    Tomamos el café en las tazas Sami de madera de abedul, una taza que no es barata, al menos 40 euros si deseás adquirirla, pero si tomamos en cuenta la relación precio durabilidad es una ganga. Dicen que sólo se debe comprar una taza, y que ella te va acompañar toda la vida. Cierto o no, me puso a pensar en algo que me sucede cada vez que voy a un lugar lejano de lo que convencionalmente consideramos civilizado: cuánto de lo que tenemos es realmente necesario, cuanto de lo que creemos que necesitamos realmente es imperioso para nuestras vidas. Recuerdo cuando atravesamos el Altiplano entre Bolivia y Perú o mis días en el hermoso Cormorant Beach House de Isla Isabela en Galápagos, donde yo fui feliz con una heladera vieja, un televisor con antena doblada que lo único que nos dejaba ver era La Rosa de Guadalupe, un aire acondicionado ruidoso y agua apenas caliente, donde con apenas lo necesario forjamos algunas de los mejores recuerdos. Pienso entonces en la taza y digo: ¿cuántas tazas diferentes necesito realmente para tomar café? ¿cuántas cosas de las que tengo realmente necesito para ser feliz? Podrán decirme que soy conformista, que carezco de ambición, que trato de «adobarme» para enfrentar lo que sucede a mi alrededor, pero la verdad es que prefiero todo eso a sufrir de una codicia que lo único que hace es provocar una eterna inconformidad, que es a su vez funcional a un sistema que pide cada vez más de uno y otorga cada vez menos a cambio. Que no se malentienda, hay que trabajar, tener ganas de crecer y tener siempre ansias de superarse, pero por uno mismo, no para los otros.

    Luego de recuperar calor corporal en la mágica carpa gigante devenida la cafetería más bella a mis ojos, fuimos hacia los restos restaurados de la antigua ciudad Sami, en un punto medio entre el museo e iglesia y el IceHotel 365, donde gracias a la madera y el blanco de la nieve, toda imagen era de postal. Ninguna foto que pudiese yo sacar podría salir mal, simplemente porque la escena era perfecta. Antiguas escuelas, bares, negocios; todo parado en el tiempo y vacío. Quieto, inerte, en silencio, el pueblo comenzaba a despedirnos, no sin dejar un recuerdo imborrable en nuestra retina y mente en forma de imágenes y emociones muy íntimas. Pasaba Jukkasjärvi, como pasaron tantas otras, pero la sensación es que no es apenas una más.

    Mientras esperábamos por el bus que nos llevaría de vuelta a la minera Kiruna, nos dimos cuenta que las bebidas que llevábamos en las mochilas estaban al tiempo, por lo que en ese interín depositamos las mismas en medio de un montículo de nieve y dejamos que la naturaleza haga lo suyo. Para el momento que el bus arribó, las gaseosas estaban heladas, en apenas unos minutos. Y sí, estaba más frío allí que dentro de cualquier heladera.

    Nos alejamos entonces de Jukkasjärvi, el pueblo que nos acercó a los renos, a la cultura Sami, que nos maravilló con el arte en hielo; el pueblo donde el silencio era tal que la única voz a escuchar fue la propia, esa ensordecedora quietud que me permitió escuchar nuevamente esa voz que me decía que lo esencial no es material, sino, como lo dice Antoine Saint Exupery, invisible a los ojos. La taza de madera de abedul representa un gran aspecto de mi fascinación por el diseño escandinavo; no sólo es hermosa, significativa (parte importante de la cultura Sami), sino que es liviana y esencialmente funcional. Y quizás esa sea la lección a aprender: que en realidad, no necesitemos tanto, sino pocas cosas con significado y funcionales para lo que verdaderamente deseamos alcanzar, en vez de acarrear o acumular objetos que nos distraen de concentrarnos en lo que verdaderamente importa; el estar vivos, respirando, disfrutando del simple hecho de estar. Recordar y entender, en mi caso, que una imagen en la retina, un aroma en la memoria, un recuerdo que evoque un escalofrío es lo que me lleva a viajar como lo hago. Por un momento me olvidé del tremendo acumulador compulsivo en el que a veces me convierto, y volví a sentirme liviano, sin pesos innecesarios, solo llevando conmigo lo intangible y realmente importante: mis sentidos, capacidad de asombro y mi inagotable deseo de seguir recorriendo este inmenso y heterogéneo lienzo llamado mundo. Pasaba Suecia, llegaba Noruega. Este viaje estaba todavía muy lejos de acabarse…

  • Crónicas Laponas Nº 6: Llegando a Kiruna, la Ciudad que se Muda para no Desaparecer

    Crónicas Laponas Nº 6: Llegando a Kiruna, la Ciudad que se Muda para no Desaparecer

    Rovaniemi nos despide con el acostumbrado gris de los últimos días. Desayunamos y nuevamente tomamos una decisión equivocada: elegimos caminar con las valijas hasta la no lejana estación de tren, arrastrando el equipaje sobre hielo y reciente barro producto de la persistente llovizna que nos acompañaba. Un martirio que finalizó cuando por fin llegamos a nuestro tren, que nos depositaría en Kemi, una ciudad a 50 minutos de la frontera entre Finlandia y Suecia.

    En la frontera entre ambos países y entre ambas ciudades, Tornio de la parte finesa y Haparanda Tornio de la parte sueca, se encuentra una Estación de Autobuses que ambas ciudades comparten. Ejemplo de integración. Normalmente el tramo en Bus entre Kemi y Haparanda o Tornio viene incluído cuando comprás el viaje de Rovaniemi a Haparanda Tornio en la página de los trenes finlandeses, pero ese sábado que elegimos realizar el trámite era Día de Todos Los Santos, que en Finlandia resultó ser un feriado de esos que se respetan a rajatabla. Así que sólo pudimos comprar hacia Kemi, donde al descender nos encontramos con una pequeña pero coqueta estación absolutamente vacía: sin personal ni pasajeros.

    Para nuestra fortuna, al lado de las vías, había un café que si lo describo como idílico, me quedaba corto. Una decoración tan precisamente cálida como la temperatura en el interior. Tan agradable como la preciosa finlandesa que nos atendió, y que tras servirnos un café, se encargó de llamarnos un taxi que nos llevaría hacia Haparanda. Esa amabilidad escandinava, en este caso finlandesa, que me hace querer volver una y otra vez para estos lares tan lejanos físicamente, pero tan cercanos a mi sueños y recuerdos.

    Una vez que arribamos a la estación, también vacía por el feriado, donde dejamos las maletas en los nada baratos lockers de la estación. Dependiendo el tamaño del locker a reservar, salía entre 30 y 70 SEK (algo así como entre 3,30 y 7,50 USD). Simplemente colocabas la maleta, ponías las monedas que no se te devolvían y te llevabas la llave. Simple. El único problema es que no teníamos coronas suecas, escollo que se saltó fácilmente cuando la dueña de una florería ubicada en el mismo edificio del IKEA más boreal del mundo, ubicado al frente de la estación, me cambió por monedas las coronas entregadas por el ATM.

    Ya libres de peso, nos dirigimos al outlet de Haglofs, la la gran marca Sueca de ropa deportiva y de invierno. Haparanda Tornio es una ciudad de compras para muchos en la Laponia y en el norte ruso debido a la gran cantidad de outlets de marcas suecas y finesas de ropa, vajillas y lo que se te ocurra. Existen tours de compras desde todos estos lugares hacia esta pequeña ciudad. Tras Haglofs nos dirigimos entonces a conocer nuestro primer IKEA, donde tras dar unas vueltas nos dispusimos a comer las mundialmente famosas Kötbullar o albóndigas suecas, en un comedor repleto de locales que salieron a almorzar por el feriado. Un sabor más para los recuerdos de mi paladar.

    Ya cerca de las 3 de la tarde, regresamos a la Estación de Buses y nos subimos al autobús que nos llevaría a Pajala, en plena Laponia Sueca, y desde dónde tomaríanos el bus final hacia Kiruna, la ciudad más septentrional de Suecia.

    Los paisajes a lo largo del camino eran pintados, casas de colores que brillaban en la nieve y paisajes verdes que complementaban los pequeños y pintorescos pueblos, todos con construidos alrededor de sus hermosas Iglesias de Maderas. Acompañado todo por la belleza de la íntima luz de las velas en los cementerios.

    Cuando se hizo de noche, arribamos a nuestra escala, la muy nevada ciudad de Pajala, donde descendimos con las valijas en una parada de autobús, a cuya espalda se hallaba la estación de buses que se encontraba cerrada por el feriado. Aunque a decir por los horarios pintados en la ventana del Café de la estación, permanecía mas tiempo cerrada que abierta. A decir verdad, parecía que hallarla abierta era casi un hallazgo.

    El último tramo hacia Kiruna fue en la más oscura de las noches, y mientras atravesábamos pueblos algo nos llamó poderosamente la atención: las ventanas y como cada una de ellas estaba iluminada y decorada de una manera especial, una característica que observaríamos también cuando llegamos a nuestro destino final. Kiruna nos recibió con muchísima nieve, que por más hermosa que nos parecía, hizo de nuestra caminata al hotel arrastrando las maletas un calvario invernal. eran 500 metros que parecieron decenas de kilómetros por la altura de la nieve y el peso de los equipajes. Pero finalmente llegamos y pudimos ingresar al hotel a eso de las 20:30. Agotados, exhaustos, pero con las ganas siempre de ir al sauna, para recuperar energías y calor en el cuerpo.

    Vista desde el Sauna hacia la Mina de Hierro de Kiruna.

    Kiruna se revelaba como una ciudad enigmática, solitaria, por un lado pintoresca, por otro lado industrial y con la nube blanca que salía constantemente de la mayor mina de hierro del mundo: un lugar del que poco esperaba, pero que finalmente, se robaría mi admiración por su atípica belleza. No es un pueblo de casitas de colores en medio de la montaña, ni de la idílica postal al lado del lago. Las pintorescas construcciones, tal su espectacular Catedral, la más linda de Suecia según los suecos, contrastaba con la oscuridad y pesadez de ser un pueblo minero en mudanza, porque gracias a la ampliación de la mina, todo el pueblo debe moverse 3 kilómetros para evitar desmoronarse. Por esa peculiar y efímera belleza, Kiruna ya se comenzaba a instalar en mí, como uno de los puntos altos de cualquier viaje que recuerde. Porque quizás pueda regresar, pero nunca a la misma Kiruna que esa noche comencé a conocer.

  • Crónicas Laponas Nº 5: ARKTIKUM, Un Museo Interactivo y desde dónde ver Auroras Boreales

    Crónicas Laponas Nº 5: ARKTIKUM, Un Museo Interactivo y desde dónde ver Auroras Boreales

    Nuestro tercer y último día en Rovaniemi fue diferente, muy diferente en muchos aspectos. Habiendo arribado a nuestro hotel cerca de las 3 de la mañana tras nuestra primera aproximación a las Auroras Boreales, cómo nunca antes, nos levantamos a desayunar y regresamos a la habitación a dormir hasta cerca del mediodía. Estábamos muy cansados y nos permitimos esa licencia. Ya no tenemos 20 años…

    A la Izquierda el edificio del Centro Pilke, a la derecha, ingreso a Museo Arktikum.

    Salimos del hotel a la gris Rovaniemi, que a su frío lo acompañaba de una levemente incómoda llovizna. Ingresamos a algunos negocios en el camino, hasta, tras caminar unas cuadras, llegar a nuestro destino de ese día: el Centro de Ciencias Pilke y el Museo Arktikum, este último objeto de nuestro principal interés. Los precios para entrar al Arktikum eran de 13 Euros por persona y por 15 Euros ingresábamos a ambos, por lo que nos decidimos por esa opción. Toda la información sobre el Centro Pilke en este link, y sobre el Arktikum en este otro enlace. Cabe aclarar que para adquirir los dos ingresos por 15 Euros hay que hacer dicha compra en el Centro Pilke.

    Centro de Ciencias Pilke

    Interior del Centro de Ciencias Pilke

    El Centro de Ciencias Pilke es un centro interactivo para gente de todas las edades en el cual se enseña y muestra a través de juegos interactivos el proceso del uso sostenible de la madera de los bosques nórdicos. Pequeño, bien diseñado, divertido e interesante. Transcurrimos entre los juegos aproximadamente 45 minutos y nos retiramos por la salida que nos conectaba directamente con la entrada al Arktikum.

    Arktikum: El Museo Para Quien No Gusta de Museos

    Interior del Museo Arktikum.

    El Arktikum es, tal lo sugiere el nombre, es el museo, centro de ciencias y centro de conferencias, donde se puede aprender sobre todo lo referente al Ártico. Un museo atípico, con mucha interactividad y que sentimos nos enseñó muchísimo sobre esta región. Cuenta con exhibiciones permanentes y temporales, y un sector específicamente dedicado a las Auroras Boreales, donde incluso nos podemos acostar en unos almohadones y ver en la pantalla del techo una recreación en video de las Auroras Boreales. Para ver el video, solo clickeá aquí.Como dirían en España, una pasada.

    Vista de las Auroras Bpreales desde Arktikum. Foto: Wikimedia Commons

    Precisamente, el Arktikum cuenta como característica arquitectónica principal, una larga galería semicircular vidriada que desemboca en la orilla del río Ounasjoki. Precisamente en el Arctic Garden, tal como se llama al Jardín que rodea la galería del Arktikum en la orilla del río, se encuentra el mejor Spot para ver las Auroras Boreales en Rovaniemi. Esto se da porque alrededor de la galería hay una relativamente baja polución lumínica, lo que permitiría ver las auroras. Y lo mejor, a una caminata de solo 10 minutos desde el centro.

     

    En el Artikum aprendemos de fauna, flora, del proceso de formación de las Auroras Boreales, pasando por el cambio climático global y otras amenazas ecológicas que afectan al ártico, con especial énfasis en los pueblos que habitan la región, y en particularl los Sami, el último pueblo aborigen de Europa y cuyos miembros viven en la Laponia. Llama la atención la recreación de una confitería de una estación de servicio en la laponia finlandesa, por su importancia en la vida e historia reciente de la región. Todo de manera amena e interactiva. Altamente recomendable si estás en Rovaniemi.

    Me pareció tan interesante que comparto a continuación una Galería de Fotos para quienes quieran conocer un poco más del Arktikum.

    Tras ello, nos dirigimos al hotel donde cumpliríamos con nuestra rutina por última vez: visitar el sauna, para posteriormente ir a la habitación para descansar. Al otro día dejábamos Rovaniemi con destino final en la enigmática Kiruna, la ciudad más septentrional de Suecia, y hacia donde llegaríamos en una larga combinacion de trenes y buses. Viajar por la Laponia en transporte público es ciertamente más difícil que hacerlo en auto por cuenta propia, pero no imposible y menos atractivo. Finalizaban nuestros días en Finlandia, pero con la íntima certeza de que al país del Suomi, Korvapusti, pasteles de karelia y los saunas en todas las formas, seguramente habremos de volver.

  • Crónicas Laponas Nº4: Lo que necesitás saber para ver Auroras Boreales

    Crónicas Laponas Nº4: Lo que necesitás saber para ver Auroras Boreales

    Cuando llegamos a Rovaniemi desde la Santa Claus Village vinimos pensando en lo que nos dijeron sobre las altas probabilidades de ver las Auroras Boreales esa noche. Por ello, apenas descendimos del bus y tras sacar fotos del atardecer en Rovaniemi, nos fuimos a la oficina de información turística, y nuevamente consultamos sobre las chances de observar las luces del norte, y la mujer que nos atendió nos confirmó lo que habíamos escuchado. Entonces decidimos reservar un tour que nos lleve lejos de la polución lumínica y tener mejores chances. La mayoría de los tours ya estaban sin vacantes disponibles, pero afortunadamente encontramos un par de vacantes en la excursión que realizaba la empresa Lapland Welcome, por un precio de 80 euros cada uno. «Estás entregando un riñón», me decía una joven española que dudaba sobre hacer o no la excursión mientras me observaba firmar el cupón de la tarjeta. Finalmente, las dos parejas que conformaban ese grupo también se animaron, y quizás algo haya tenido yo que ver en convencerlos.

    Atardecer en Rovaniemi, Finlandia.

    ¿Excursiones? No Son Imprescindibles, Pero Ayudan Mucho

    En momentos de planear el viaje, una excursión ya había sido aceptada como parte del presupuesto. ¿Por qué? Porque no todas las auroras son tan fuertes como para ser visibles a pesar de las luces de la ciudad. Para que las Auroras sean visibles deben suceder dos cosas: por un lado, cielos despejados, y por otro, gran actividad solar. Pero llegada la temporada fuerte de auroras, de Octubre a Marzo, quizás con cielos despejados sea suficiente para verlas. Las excursiones para observar Auroras te llevan lejos de la ciudad, a lugares sin contaminación lumínica, en la mayor de las oscuridades. Eso permite que incluso con una baja intensidad de actividad solar se puedan observar en la oscuridad profunda de la cima del cerro. No siempre es necesario contratar una para verlas, pero ayuda y mucho.

    ¿Caro? Bueno, en Suecia y Noruega lo es mucho más

    Salchichas cocinándose en la fogata dentro de la carpa.

    Y además, queríamos garantizarnos observar una Aurora Boreal lo más pronto posible para quitarle presión de seguir persiguiéndolas durante el resto de nuestro recorrido. Además, y no menos importante, Rovaniemi era el lugar con los precios más bajos para excursiones para observar Auroras. De hecho, en el norte de Finlandia había incluso excursiones que comenzaban en los 59 euros. En cambio, en nuestros posteriores destinos, la bella Kiruna en Suecia y Noruega, las excursiones no bajaban de los 200 euros por persona. Por ende, Rovaniemi era sí o sí el destino para contratar una.

    Ubicaciones Privilegiadas

    Departamentos para avistamiento de Auroras Boreales en Katkavaara, Finlandia.

    En general las excursiones te van a llevar hacia lugares donde haya una mayor posibilidad de cielos despejados. En el caso de Rovaniemi, está la región de Katkavaara, donde se alquilan departamentos para avistamiento de auroras por la gran frecuencia con la que aparecen, y en Suecia destaca el Parque Nacional Abisko, a una hora de Kiruna, donde el microclima provoca que por las noches los cielos estén casi siempre despejados incrementando las chances de observar el fenómeno natural. Islandia o las Islas Lofoten en Noruega son extraordinarios lugares para ver Auroras pero a la vez son lugares de fríos mucho menores a la Laponia, por sus climas insulares. Las islas tienen inviernos menos fríos y veranos menos calurosos, en gran parte debido a las nubes que cubren su cielo constantemente. Seguro vas a poder ver Auroras en estos lugares, pero quizás no con la misma frecuencia o facilidad que en la Laponia continental, que posee cielos despejados por las noches, pero eso representan terribles heladas con temperaturas de -20 o más. De hecho, la Laponia Finlandesa es la más fría de las tres, y ejemplo de ello son algunas ciudades finesas que rozan o superan los -50 en algún punto del crudo invierno.

    Vista del Parque Nacional Abisko, Norrbotten, Suecia.

    Otra cosa a tener en cuenta en la búsqueda de Auroras es la absoluta imprevisibilidad del tiempo en las zonas del Círculo Polar Ártico. Las nubes se pueden ir o aparecer en cualquier momento, por lo que un día con pocas posibilidades de observar auroras se puede transformar en una espectacular demostración de luces danzantes en el cielo, que quizás desaparezcan en minutos. Las Auroras pueden durar un minuto como una hora. Todo es impredecible.

    Vistiéndonos Para La Ocasión

    La espera hasta que la van nos vino a buscar en el hotel a eso de las 9 de la noche, fue emocionante. Separando ropa, dejando a mano la cámara de fotos llevada sólo y únicamente para fotografiar Auroras. Para todo lo demás, usamos los celulares.

    Ejemplo de Overol Térmico, de uso ideal para temperaturas muy bajas.

    La primera parada fue la oficina en el centro de Rovaniemi donde, como en todas las excursiones del tipo, nos proveyeron de los mamelucos térmicos y demás accesorios de indumentarias para no sufrir el intenso frío en lo alto del cerro sin costo adicional. Cabe recordar que ciertas temperaturas solo se combaten con indumentaria técnica, que es la que las agencias te proveen. De todas maneras, sino vas a tomar excursión o no alquilás ropa, date una vuelta por este post en el que te explico como vestirte para no pasar frío.

    Llegando a Katkavaara

    En Rovaniemi, y en cada lugar donde se puedan ver Auroras, cada compañía o agencia tiene un spot desde donde observar las auroras. En el caso de Lapland Welcome, se trata de una colina en Katkavaara, una zona de colinas y bosques a 45 minutos de Rovaniemi donde hay un porcentaje de avistamiento de auroras del 80%.

    La empresa tenía una pequeña casa que funcionaba como base en la base de la colina. Allí nos dieron linternas y emprendimos nuestro camino a la cima. Fue entonces cuando empezamos a caminar que la noche se volvió abrumadora. La oscuridad era lo único que se dejaba ver. Todos en el tour debíamos subir el cerro con la ayuda de nuestras linternas, caminando sobre piedras húmedas e hielo. Podría haber sido más frío, lo sé, pero la verdad es que estaba tan concentrado en resbalar y caer que no tenía tiempo para evaluar el nivel de frío. El cielo estaba tan despejado, de un azul profundo con estrellas que brillaban por doquier. Ya el sólo hecho de esta experiencia lejos de Rovaniemi en el medio de la nada, valía la excursión.

    Te dicen que no, pero…

    Las predicciones en Aurora Forecast, una de las apps que debés tener si estás cazando auroras, indicaba una muy baja actividad solar en Rovaniemi, y las chances de verlas eran de apenas 2%. Casi nada, pero no en vano en Finlandia se ven auroras 200 días al año. Y este día no sería la excepción.

    A eso de las 11 de la noche (coincidentemente con las estadísticas que los períodos de mayor actividad se dan entre las 11 y 12 de la noche), comenzamos a ver una tenue luz verde en el horizonte por el norte. Tan tenue que si no estábamos en ese lugar tan aislados de la contaminación lumínica, hubiese sido imposible de divisar. Luego la luz se hizo más intensa y se comenzó a mover. Siempre en tonos verdes; los demás colores sólo son perceptibles al lente de una cámara. Una belleza sobrecogedora que, si bien jamás se va a parecer a la de las fotos porque nuestro ojo no capta ni puede ver esos colores, deja sin palabras. Y de pronto solo hubo silencio, oscuridad e intimidad; mujeres y hombres de todas las edades apoyaban su cabeza en el hombro de sus parejas, otros elegían darse la mano. Para todos era un sueño que tuvimos la suerte de que se nos cumpliera. Las luces permanecieron un rato largo, por algo más de dos horas, en las cuales nos fuimos a comer unas salchichas que cada uno debía cocinar en la fogata encendida dentro de la carpa Sami que armaron para que nos resguardásemos todos del frío. Pero de vez en cuando salíamos y aprovechábamos la ausencia de los demás turistas para quedarnos a solas con ella. Esa aurora que apareció en el horizonte cuando las predicciones indicaban que era improbable, casi imposible, y que sin embargo se hizo presente.

    Llegamos a las 2 Am al hotel, agotados, extasiados, aliviados y maravillados; todas las sensaciones juntas para un día difícil de olvidar. Una experiencia tan magnífica que pasé por alto el haberme olvidado la cámara en el hotel, que la había llevado solo para ese día. Pero poco importó, gracias a un joven de la India que trabajaba en Alemania y que resultó ser fotógrafo profesional (y cuyo nombre se puede leer en la foto), obtuvimos fotos que jamás podría haber yo logrado, fotos obtenidas también por el guía de la excursión; todas imágenes que disparan en nuestras mentes recuerdos de lo que fácilmente puede catalogarse, una de las mejores noches de nuestra vida.

  • De Helsinki a Tallinn en Ferry: Crónica De Un Día Agitado

    De Helsinki a Tallinn en Ferry: Crónica De Un Día Agitado

    En nuestro primer viaje a Helsinki nos quedamos con las ganas de cruzarnos a Tallinn, la Capital de Estonia. Por ello, cuando planeamos nuestra segunda visita, nos pusimos de lleno a organizar nuestro viaje a esta bella ciudad.

    Vista del West Harbour de Helsinki desde el Ferry.

    Por cuestiones de tiempo, decidimos ir por el día desde Helsinki. Para ello compramos pasajes de Ferry por Tallink Slija por un precio de 80 Euros ida y vuelta para dos personas. Hay otras empresas que hacen el mismo recorrido como Viking Line y Eckerö, que cuestan más y cuyos trayectos duran 3 horas contra 2:30 de los de Tallink, cuyos barcos poseen todas las comodidades. Asimismo, está Linda Line Express, una empresa cuyo costo es sustancialmente más bajo, de 20 a 25 Euros por persona el viaje de ida y vuelta. Decidimos por Tallink por dos razones: la primera era que los horarios nos resultaban más cómodos, y la segunda el tipo de embarcación. Linda Line ofrece embarcaciones más pequeñas que ante más viento de lo habitual o un poco de mal clima, suspende las salidas; incluso lo hace en verano. Las otras empresas, en cambio, utiliza verdaderos cruceros para realizar este trayecto, como así los que van a Estocolmo. El Mar Báltico es muy ventoso, más en Noviembre que es la fecha en cuando nosotros fuimos. Por ello era imprescindible elegir una empresa que nos garantice ida y vuelta ya que al otro día tomábamos ya nuestro tren a Rovaniemi.

    Zona de Embarque en el West Harbour de Helsinki.

    La mañana del viaje fuimos en UBER hasta el West Harbour de Helsinki, un puerto un poco más alejado del centro. El UBER por la mañana costó unos 9 Euros, pero a nuestro regreso a la noche, por esas cosas de la demanda de un ferry recién arribado, el mismo trayecto costaba 30 euros. Por lo que en el regreso decidimos tomar transporte público, una travesía relatada aquí.

    A nosotros nos tocó el Tallink Megastar, tanto a la ida como a la vuelta. Por dentro tiene muchos lugares para sentarse, desde mesas con sillas, pasando por confortables sillones, e incluso restaurantes, bares y patio de comida, que incluye entre otras cosas a Burger King y Cafés de Starbucks. Asimismo incluso ofrece un sector con PlayStation para que jueguen los menores (lo que nadie respetaba) y máquinas tragamonedas.

    Alcohol, alcohol y más alcohol

    Pero lo más llamativo es su enorme tienda de Duty Free con una enorme variedad de bebidas alcohólicas, que constituyen el objetivo primordial de los finlandeses. A excepción de cervezas de hasta 3,5% de graduación alcohólica, todas las demás bebidas alcohólicas en Finlandia, sólo pueden ser compradas en las tiendas del Estado llamadas Alko. Estas tiendas representan un gran obstáculo por varias razones: primero que nada abren muy pocas horas y permanecen cerradas casi todo el fin de semana, hay pocas cajas abiertas por lo que las filas son interminables y los precios son exhorbitantes. Como obstáculo cumple bastante bien su función. Pero hecha la ley, hecha la trampa…

    A partir de la severidad de las restricciones y los elevados costos, es que los Helsinguinos cruzan a Estonia por el día y adquieren obscenas cantidades de bebidas alcohólicas de todo tipo por una fracción de lo que pagarían en Finlandia en la tienda del Ferry. Por ejemplo: un pack de 24 latas de 355 ml de cerveza Carlsberg costaba en el Ferry unos 16 Euros, mientras que cada lata en Helsinki se conseguía a un valor de casi 2 euros, es decir 48 euros por las 24: el triple de su valor. Y hablo solo de cervezas, me imagino que la diferencia de precios en vinos y las muy populares bebidas blancas por aquellos lares, hacen que el pasaje se amortice en un par de compras.

    Sector con PlayStation para que jueguen los menores de 16 años.

    Párrafo aparte el regreso: a pesar de tratarse de un barco de gigantescas dimensiones, el trayecto fue de lo más agitado. Llamaba la atención como todas las góndolas de las tiendas estaban envueltas en papel film para evitar que los productos se cayeran por los importantes movimientos del barco. Por esas razones recomiendo, si vas a tomar estos ferries, que lleves algo para las náuseas.

    Regresando a Helsinki con dos souvenires de Estonia: un diccionario Estonio-Español para la colección y una cerveza de A. Le Coq, la marca estonia más importante.

    Un viaje que bien valió la pena, en el que nosotros también aprovechamos y compramos nuestro pack de Carlsberg y que nos permitió hacer un viaje por un día a una ciudad muy bella, que describiré en futuro post, y que aún no entiendo, cómo todavía es pasada por alto por el turismo masivo.

  • Crónicas Laponas Nº 3: Visitando a Santa Claus (con grampas para hielo)

    Crónicas Laponas Nº 3: Visitando a Santa Claus (con grampas para hielo)

    Nos levantamos temprano por la mañana. A eso de las 8 de la mañana bajamos a disfrutar uno de los grandes placeres que me inspiran a volver una y otra vez a Escandinavia: el desayuno. Repleto de arenques bajo todo tipo de preparaciones, variedad de panadería, platos calientes y una llamativa y atrayente cantidad de opciones para veganos, intolerantes a la lactosa, celíacos y cualquier tipo de elección o limitación alimenticia. El desayunador ubicado en el lobby del hotel era silencioso, como todo en las tierras del norte, y acentuado ese silencio aún más en la Laponia. Una cálida quietud que acompañaba la ingesta de calorías necesaria para enfrentar el frío, que si bien era mucho menor a lo esperado, se hacía sentir.

    Salimos del hotel con destino a la parada del Bus Expreso a la Santa Claus Village, sin dudas el mayor atractivo turístico de Rovaniemi. Cuando subimos al bus, el mismo estaba vacío, pero a medida que nos acercábamos al destino se fue llenando con una amplia mayoría de turistas españoles con sus hijos. Para ir a la Santa Claus Village se puede tomar tanto el Santa’s Express Bus o Bus Nº 8 en dirección al Circulo Ártico. Los horarios para el Santa`s Express los encontrás en este link y el precio es de 3,50 euros por tramo o 6,60 euros ida y vuelta, para los adultos. Para los menores de 4 a 14 años, el precio es de 1,80 el tramo o 3,60 ida y vuelta. En tanto que los horarios del Bus Nº 8 se encuentran en este enlace, y el precio es de 3,50 euros el tramo para adultos y 1,80 euros para menores. También existe para este último bus la posibilidad de comprar un Day Ticket por 8,80 euros por adulto y 4,50 euros por menor.

    Al cabo de menos de 30 minutos, arribamos finalmente a la Santa Claus Village. Lo primero que encontramos al ingresar fue la Oficina de Información Turística del Circulo Ártico. Lo más llamativo es que la oficina y el Hall de Recepción, en donde hay varios locales de souvenirs y algunos lugares para comer o tomar algo, se encuentran atravesados por una línea pintada en el piso que marca que estamos cruzando el paralelo y estamos ingresando efectivamente al Círculo Polar Ártico. De hecho, en la Oficina de Información te entregan un Certificado de que cruzaste al Ártico a cambio de 5 euros, si mal no recuerdo.

    Ya dentro del parque, sin realmente saber que esperar, nos dirigimos a la oficina de Santa Claus, para encontrarnos con el personaje que acompañó nuestras infancias y que nunca deja de ser ese lazo con el niño dentro de uno; esa inocencia que no he de perder y que me arraiga a los placeres más puros de mi vida y existencia.

    Al entrar a la oficina, con una cándida simpatía las mujeres que atendían nos entregan unas enormes bolsas rojas reutilizables con un gran dibujo de Santa Claus donde guardar nuestros abrigos y demás elementos para que nuestro encuentro con Santa fuese más cómodo y rápido. «Las bolsas se las pueden llevar como un souvenir», nos aclaran. Comenzamos entonces a caminar por unos largos pasillos, decorados con todo tipo de artefactos referentes a Santa Claus, que imaginamos en fechas cercanas a la navidad deben de estar llenos con filas interminables de niños y no tanto, ansiosos de conocer a Santa.

     

    Llegamos entonces a la puerta. Sólo había antes nuestro un grupo de cuatro turistas asiáticos, así que nuestra espera fue corta, y eventualmente ingresamos. Dejamos las bolsas a un costado, y nos dirigimos hacia el set donde se encontraba Santa Claus. Y por un momento nos permitimos creer que estábamos con Santa. Amable, con una gran barba platinada, ojos celestes cristalinos y un atuendo en el que destacaban sus largas medias rayadas, le hice entrega de las cartas que traía yo desde Salta. Antes de partir hacia la Laponia les dije a mis amigos y familiares que avisen a sus niños que si lo deseaban, podían darme las cartas para que yo personalmente se las entregue a Santa. Lo cual así sucedió. Un encuentro que duró apenas un par de minutos que sirvió para que grabasen un video y sacasen un par de fotos. Cabe remarcar que la entrada al parque es gratuita, pero una foto impresa con Santa Claus cuesta 32 euros, y el combo de las dos fotos digitales más el video con Santa Claus cuesta alrededor de 40 euros. Nada económico, lo sé…

    Tras salir por el Gift Shop de la Oficina de Santa Claus, nos colocamos las grampas en las botas y caminamos por el parque. El día anterior habíamos sufrido con el hielo en Ranua, y si bien a lo largo y ancho del parque todo el piso estaba cubierto de hielo, esta vez habíamos venido preparados. La noche anterior,  en el Class Ohlson del Rinteenkulma Shopping Center ubicado al frente del hotel, compramos unas grampas adaptables a cualquier calzado que nos permitieron caminar por el parque con total tranquilidad. Vienen en varios tamaños y colores, e incluso existen las versiones más caras para correr en hielo y las más pequeñas, que sirven para zapatos de mujer con tacones. Su precio fue de 12 Euros, y valieron cada centavo.  

     

    Ya con las grampas en nuestras botas paseamos por el parque hasta arribar a un pequeño circuito donde estaban los trineos tirados por renos. En 2018 Finlandia y la Laponia tuvieron uno de los otoños e inviernos con menos nieve en mucho tiempo. Aún así, en ese circuito había nieve suficiente para poder acostarnos en los enormes trineos, cubiertos por una manta que presumimos era de piel de reno, y dar una vuelta al circuito por entre medio de árboles y flora de la Laponia. Una de esas cosas que creo jamás imaginé experimentar.

    Ya en nuestro camino de retirada del Village, escuchamos un diálogo entre una de las jóvenes del Centro de Visitantes con un turista sobre unos tours para ver Auroras Boreales. Lo que alcanzamos a oír fue que esa noche habían grandes chances de observarlas puesto que se pronosticaban cielos despejados. Siendo las Auroras uno de los atractivos más importantes de un viaje por estos lares en otoño e invierno, todo dato servía. Fue entonces que, con esa idea en mente, emprendimos el regreso hacia Rovaniemi, a fin de pasear por la ciudad y planificar lo que sería una de las primeras noches inolvidables de esta travesía. 

     

     

  • Crónicas Laponas Nº2: Santa Claus Express, Rovaniemi y Ranua.

    Crónicas Laponas Nº2: Santa Claus Express, Rovaniemi y Ranua.

    Tienda Stockmann, Helsinki.

    Caminamos en la fría noche de Helsinki por Mannhermeintie desde el hotel hacia la estación de trenes, arrastrando sobre el hielo el equipaje donde las compras en línea no fueron acomodadas sino aleatoriamente desparramadas (maldito Amazon y sus ofertas, y maldito yo que no me les puedo resistir). El camino es corto pero pesado gracias a la gelidez del suelo, pero finalmente llegamos a destino acompañados de las luces de la noche Helsinguina.

    Arribamos finalmente a la Ratautientori donde nos esperaba a las 18:44 el tren nocturno que nos llevaría a nuestro próximo destino: Rovaniemi, una escala del tren que finalizaría su recorrido en Kemijärvi. En la fila se aprecian ya algún que otro pasajero con ojos más rasgados y pelo oscuro, características físicas de los Sami, los aborígenes de Escandinavia y el último pueblo indígena de Europa; signos inequívocos de que nos dirigíamos a la capital de la Laponia finlandesa. Extrañamente el tren se demoró unos 20 minutos pero finamente llegó y no sería otro que el Santa Claus Express. Un hermoso tren (mi medio de transporte favorito) de dos pisos, donde nos aguardaba una pequeña pero cómoda habitación con dos camas y baño propio. Difícil fue subir las valijas hacia el segundo piso, pero una vez arriba nos acomodamos para transcurrir las más de 12 horas que nos depositarían en las cercanías del Círculo Polar Ártico. Así de loco sonaba, así de maravillosa era la travesía que iniciábamos…

    Esperando por el Tren, Ratautientori, Helsinki.

    Pasajeros esperando por el tren, Ratautientori, Helsinki.

    Arribamos a Rovaniemi a las 7:30 AM, a una ciudad todavía a oscuras y lejos de estar en funcionamiento. La vida comercial en Escandinavia comienza a las 10 AM, y en la Laponia incluso a las 11. Llegamos al hotel donde obviamente no nos darían aún la habitación por lo que decidimos ganar tiempo e ir al Zoológico de Ranua, una ciudad que nos explicaba la conserje del hotel era su hogar natal, y donde sólo viven 5 mil habitantes.

    Estación de Trenes de Rovaniemi, Finlandia.

    Santa Claus Express, Rovaniemi.

    Santa Claus Express, Rovaniemi.

    Rovaniemi a nuestra llegada.

    Con los primeros atisbos de luz solar salimos con dirección hacia la Estación de Buses de Rovaniemi previo paso por uno de los supermercados, los únicos comercios que abren a las 8 o incluso 7, y que cierran a las 23. El K-Supermarket resultó ser una delicia de productos lapones y demás, elegante, completo y una muestra de que la Laponia Finlandesa era no tan cara como sus contrapartes sueca y noruega. Tras un rato recorriendo sus góndolas y descubriendo los productos que se consumen en latitudes tan lejanas, nos volvimos a abrigar para caminar hacia la Estación. El cielo era gris, estaba muy cargado y la luz apenas atravesaba el espesor de las nubes. El suelo estaba cubierto de hielo por lo que había que tener extremo cuidado al caminar. Rovaniemi aparecía frente a mis ojos como una ciudad quizás no pintoresca, pero repleta de parques cubiertos de hielo y de comercios. Una característica escandinava es que sin importar la cantidad de habitantes, todos los lugares tienen una infraestructura comercial digna de ciudades de mayor magnitud. Rovaniemi tiene 60 mil habitantes y consta de dos centros comerciales, y varios supermercados.

    Vistas de Rovaniemi.

    Vistas de Rovaniemi.

    Llegamos a la estación después de haber recorrido unas 10 cuadras a solas, con la sensación de ser las únicas dos personas en las calles. La Estación es pequeña, consta de un negocio donde comprar souvenirs, revistas, café y algo para comer y unas mesas para sentarse a esperar o a consumir algo. En ella estábamos una joven también foránea como nosotros que esperaba por el mismo bus, la cajera del comercio, dos hombres que parecían ser habitués de la confitería y nosotros dos, en el ya acostumbrado silencio escandinavo, donde solo nuestras voces parecían oírse.

    Parada del bus que lleva a Ranua, Estacion de Buses de Rovaniemi.

    El Bus a Ranua y Ranua Zoo sale siempre de la parada número 6 y sus horarios y precios se pueden observar aquí para la ida de Rovaniemi a Ranua y aquí para la vuelta. Son cuatro frecuencias de lunes a jueves, cinco los viernes, dos los sábados y tres los domingos. El precio ronda entre los 15 y 17 euros por persona el tramo. Son bastante puntuales, aunque se puede esperar alguna demora dependiendo del clima.

    El viaje dura alrededor de 1 hora y por la ventana se logran apreciar bosques de coníferas y más de un lago ya congelado. No en vano Finlandia es conocido como el país de los mil lagos.

    Entrada al Ranua Zoo, Ranua, Laponia Finlandesa.

    El bus frena en el Ranua Zoo y tras cuidadosamente descender nos dirigimos hacia la recepción dónde nos atiende una amable joven española que vive por allí y  tras darnos la buena nueva de que todos los animales estaban afuera a excepción del Oso Pardo que ya estaba hibernando, nos advierte que tengamos cuidado porque había helado la noche previa. Los senderos de madera estaban cubiertos por una capa de hielo a los costados mientras que en el medio la arena y piedritas intencionalmente desparramadas impidió la formación del mismo. Una característica que veríamos en todas las aceras y parques de la Laponia a fin de minimizar los riesgos de accidentes con hielo. Hacía frío y encima llovía, por si faltase un condimento. Una lluvia moderada, que no impedía que comenzásemos a recorrer este hermoso parque de vida salvaje con características muy particulares: en el zoológico no hay luces artificiales para no alterar los ciclos de los animales, por lo que en caso de llegar en invierno después de las 14 horas, cuando ya es de noche, podés ingresar trayendo tu propia antorcha o linterna, o bien alquilando una en la entrada del zoo. En este parque sólo hay animales propios del ártico, y para sus visitantes, quizás sea la más simple o incluso única manera de poder observar animales tan emblemáticos como el Oso Polar o el Zorro Blanco, en su hábitat natural.

    El recorrido duró un poco más de 2 horas y pudimos observar desde roedores pequeños hasta el magnífico Oso Polar, pasando por muchos búhos, águilas, zorros y por supuesto, los emblemáticos renos. Una experiencia sobrecogedora de poder observar animales sólo antes vistos por nosotros a través de Discovery Channel o National Geographic, a apenas metros de distancia. Comenzábamos a darnos cuenta de donde estábamos, de cuán lejos de casa nos encontrábamos y a dimensionar lo que ya se estaba transformando en una de las travesías más inolvidables de nuestras vidas.

    La jornada en Ranua continuó en el pintoresco buffet del zoológico, ambientado con madera pintada de blanca y ornamentas de renos, donde bebimos un imperiosamente necesario chocolate caliente para recuperar calor en el cuerpo. Allí permanecimos un rato, a la espera del horario para tomar el autobús de regreso a Rovaniemi. Para ello, caminamos muy lentamente sobre el hielo a fin de llegar a la parada que se ubica sobre la ruta, donde ya esperaban unos turistas franceses por el mismo colectivo. El bus llegó con unos 15 minutos de demora, pero nos rescató del húmedo frío que nos aquejaba, y nos depositó, una hora después, en la capital de la Laponia Finlandesa.

    Descendimos del bus en inmediaciones de nuestro hotel, y después de un breve ingreso a nuestra habitación, cruzamos la calle hacia el Rinteenkulma Shopping Center, el centro comercial que habíamos visitado por la mañana para visitar el K-Supermarket. Continúa siendo un misterio para mí el funcionamiento de tamañas estructuras comerciales en ciudades tan pequeñas. Los comercios tenían muy pocos clientes, o simplemente ninguno. Y eso incluía supermercados, locales de comidas típicos de centros comerciales y grandes tiendas departamentales. Una de esas cosas que me llamaron la atención de mi primer día en la Laponia.

    Productos de la Laponia en el K-Supermarket, Rovaniemi, Finlandia.

    Tras un tranquilo y no tan breve recorrido por el Rinteenkulma y sus comercios, regresamos al hotel para finalizar el día con una experiencia inevitable cuando se está en Finlandia: el Sauna. Una institución tan arraigada en la vida finesa que casi todas las casas poseen uno… Sino como explicar que en un país de 5 millones de habitantes existan 2,5 millones de saunas. Saunas en casas, hoteles, en algún McDonalds, en teleféricos donde las góndolas son cabinas de sauna, o como el caso del SkySauna, la rueda de la fortuna de Helsinki con cabinas de sauna que reemplazan las clásicas góndolas. Queda claro que lo del sauna alcanza ribetes insólitos en Finlandia; insólito solo para quién no nació en estos lares. 

    Tras una sesión de calor moderado cuando estábamos a solas, y una temperatura que crecía a niveles de ardor cuando ingresaban los locales que no se cansaban de mojar las piedras y provocar un vapor sofocante, nos retiramos a la habitación, no sin antes mirar azorados como un huésped del hotel ingresaba con su bebé (si, bebé con pañales y de no más de 6 meses) y se perdían tras el vapor del sauna que era todo lo que se podía ver a través del vidrio de la puerta. Quedamos perplejos pero a la vez entendiendo que quizás este caso ilustre como ninguno la naturalidad del sauna en la vida cotidiana finesa. O quizás sea simplemente un padre irresponsable. Cualquiera fuese la suposición correcta, lo único cierto es que llegaba a su fin nuestro primer día en la Laponia. Sorprendidos, abrumados y agotados, sin siquiera imaginar lo que nos depararía la inolvidable travesía por la sobrecogedora e imponente belleza del Ártico

  • Crónicas Laponas Nº 1: Helsinki, La Elegante Parada Previa

    Crónicas Laponas Nº 1: Helsinki, La Elegante Parada Previa

    Helsinki me recibe nuevamente, poco más de un año después de mi primera visita. Arribamos a uno de los aeropuertos más lindos que conocí en la vecina ciudad de Vantaa, el aeropuerto hub de la gran Finnair. Helsinki está oscura, fría, solitaria. Es un domingo pasadas las 8 de la noche de fines de octubre. El otoño se está yendo y dando lugar al crudo invierno. Helsinki es una ciudad cuya arquitectura parece mimetizarse con el paisaje del frío. Tomo el Finnair City Bus (la opción más viable si viajas solo o de a dos. Para más personas UBER es una buena opción) hacia mi hotel y observo a mi camino todos aquellos lugares que ya recorrí y que me inspiraron a volver. Helsinki no es espectacular; no es grandiosa como Estocolmo o Copenhague, ni tan elegante como Oslo, ni preciosa como Bergen. Es más bien modesta, sobria, gris; pero encantadora y sofisticada como pocas. Una ciudad de 800 mil habitantes que parece aún más pequeña. Una ciudad de saunas en los McDonalds o incluso en teleféricos, y de devoción por los arquitectos, la capital del país del Korvapusti (el rollo de canela cuyo origen se disputan con Suecia y su Kannelbullar), de Santa Claus y de uno de los inviernos más crudos de Europa. Un país de arquitectura vanguardista que refleja su presente y futuro, y de construcciones históricas y sobrias que reflejan su pasado víctima de innumerables invasiones, mayormente rusas.

    La mañana siguiente disfruto de mi primer desayuno escandinavo del viaje: panzada de arenques en todas las salsas, salmón; disfruto de la maravillosa variedad de la panadería nórdica, y obviamente cedo ante los acostumbrados gofres o waffles con crema batida y frutos del bosque que parecen sacados de una foto retocada con Photoshop. Y tras esa recarga de sabores y sensaciones, Helsinki me despide temporalmente para visitar la vecina Tallinn, con una nevada que embellece todo. Y me acoge nuevamente bien entrada la noche, cuando, con un pack de 24 Carlsberg a cuestas (compradas a 16 Euros el pack contra 2 euros por lata en Finlandia), y con la ayuda de dos naturalmente amables y corteses policías, tomo una combinación de tranvías para llegar al hotel desde el frío penetrante del puerto. Dos policías que se subieron al mismo tranvía para acompañarnos a la primera parada, que cuando se dieron cuenta de que estábamos yendo en la dirección equivocada, nos acompañaron hasta la mismísima segunda parada. Cosas de Escandinavia…

    Desayunando en Escandinavia

    Desayunando en Escandinavia

    Estación de Trenes de Helsinki, diseñada por Eliel Saarinen

    Al día siguiente nos dimos el gusto de volver a recorrer cada rincón que recordábamos con tanto cariño de la capital más menospreciada de los países Nórdicos. Pasando por la Ratautientori, la estupenda Estación de Trenes diseñada por el magnífico Eliel Saarinen, uno de los grandes e icónicos arquitectos del siglo XX, padre del famoso Eero Saarinen y mentor de éste y nada menos que Charles Eames; o la Akateeminen Kirjakauppa, la librería diseñada por el otro gran ícono de la arquitectura y diseño finlandés: Alvar Aalto. Un país tan peculiar que a sus arquitectos los elevan a estatus de cuasi héroes nacionales.

    Fachada de la Akademikeen Kirjakauppa.

    Interior de la Akademikeen Kirjakauppa, edificio diseñado por Alvar Aalto.

    Fachada de la Catedral de Uspenski, Helsinki

    Interior de la Catedral Ortodoxa de Uspenski, Helsinki.

    El día era horrible, una fría llovizna y un cielo tan cargado que provocaba que todo luciera muy obscuro, casi tanto como el interior de la Catedral de Uspenski, la bonita y tenuemente iluminada iglesia Ortodoxa Rusa, que recuerda su pasado cuando en época de los zares, la ahora capital finlandesa era considerada la pequeña San Petersburgo. No tan opulenta ni tan dorada como otras construcciones ortodoxas rusas, sino más bien modesta, sobria; precisamente como Helsinki. Una tenue luz que se extendía al exterior, donde el cielo no brillaba, apenas ayudaba a las luces artificiales prendidas desde muy temprano. Pero no necesito del sol del caribe para deambular por la elegante Esplanadi, ese hermoso y estrecho parque en inmediaciones del puerto, que se encontraba en el camino hacia mi rincón favorito de la capital finesa: el Viejo Mercado del Pescado; un elegante reducto de madera en pleno Puerto de Helsinki que envejece literalmente como los mejores vinos; un mercado donde comer pescados de los más variados, un kebab con carne de reno o incluso de oso; o simplemente como fue mi caso, un café con un maravilloso Korvapusti. Pero lo más importante era nuevamente sentir que había regresado a uno de los hogares virtuales que tengo diseminados por el mundo. Y a eso, no se le puede poner un precio.

    Parque de Esplanadi, Helsinki.

    Facada del Mercado Viejo, Helsinki.

    Mercado Viejo de Helsinki.

    Café con Korvapusti en el Mercado Viejo de Helsinki.

    Atrás quedaron el moderno y llamativo monumento a Jean Sibelius, el más grande compositor de la historia de Finlandia; la Temppeliaukio, esa peculiar y diferente Iglesia construida dentro de la roca, o la Senaatintori, la Plaza del Senado donde convergen el poder político, religioso, comercial y científico, entre muchas otras cosas para ver que te recomiendo aquí. Volver a una ciudad tiene el beneficio de poder deambular sin sentido, sin la presión de tener que conocer tal o cual rincón, monumento o atracción. Un regreso que no hace otra cosa que reafirmar esa cálida familiaridad que tengo con un lugar tan distante (tanto física como culturalmente) como Finlandia. Una ciudad que serviría como partida hacia uno de mis viajes más deseados pero menos soñados, una travesía que me llevaría a recorrer pueblos que ni siquiera sabía que existían y que terminarían robando el corazón: comenzaba entonces el viaje a lo impensado, a la muchas veces bastardeada y no bien valorada belleza del frío: comenzaba nuestra travesía por la Laponia. Eso sí, con la certeza de que a Mi Helsinki yo he de volver.