Hace exactamente un año despertaba muy cansado en la clínica, a apenas tres días de la segunda operación, producto de una Apendicitis Gangrenosa que se complicó. Recuerdo los miedos y los dolores, recuerdo esos diez días de internación que parecieron muchos más, las noches en las que dormir se hacía imposible, los varios días de ayuno, las crisis de nervios, ataques de pánico por la incertidumbre, y hasta la resignación en algún momento. Recuerdo los kilómetros caminados en el pasillo, fajado y apenas levantando los pies, para recuperarme lo más rápido posible, soñando con pasar nochebuena en casa, lo que finalmente no sucedió.
Esa nochebuena la pasé todavía entre dolores, con drenaje incluido, y con la dieta muy estricta que tenía (en esos 10 días había perdido 9 kilos, que afortunadamente recuperé con creces), en la compañía de mi madre y mi pareja. Luego a las 12 de la noche llegaron mis hermanos, cuñada y sobrinos, porque la clínica permitía a esa hora que vengan los familiares a visitarlos. Y fue diferente, pero aun así, tuve mi encuentro familiar de Nochebuena; una Navidad en la que las prioridades se reordenaron de la manera que debía ser.
Nada importó cuando recibí el mail del ICBC anunciando las bajas de los Priority Pass de los adicionales, si me habían cancelado tal o cual hotel, la reprogramación de un vuelo, y mucho menos me cuestionaría decisiones tomadas al respecto de nada. Esas eran apenas nimiedades, comparadas a lo que realmente me molestó sobremanera que la madrugada del 25 de diciembre, cuando, en las cercanías del IMAC, la clínica donde me encontraba internado en Salta, unos energúmenos se pasaron toda la noche tirando bombas de estruendo y todo tipo de pirotecnia sonora. A estos hijos de re mil gran puta, porque no hay otra manera de llamarlos, poco les importaba los pacientes de la Terapia pediátrica y todos los demás pacientes en general. Simplemente unos pelotudos (no me excuso del lenguaje utilizado porque en este caso describe perfectamente a estos inadaptados). Afortunadamente este año la pirotecnia sonora fue prohibida en Salta. Algunos todavía tiraron pero fue mucho menor a años anteriores. Un alivio imagino para tantos niños y adultos con Síndrome del Espectro Autista, mascotas, pacientes psiquiátricos, y tantos otros que sufrían innecesariamente por esta situación.
De la misma manera que recuerdo eso, tampoco nunca olvidaré la maravillosa y humana atención de las enfermeras del IMAC, una profesión tan noble y nunca reconocida en su real dimensión, la compañía de mi madre, mi pareja y demás seres queridos, y el aprendizaje de esos 10 días.
Un año después me encuentro en encrucijadas económico financieras como las del resto del país, pero muy poco importa eso. Como dice mi hermana, «la verdadera fortuna se mide en las cosas que tenemos que no se pueden pagar con plata». Y es algo muy cierto, porque por más poderío económico que tengamos, ante ciertos graves problemas de salud, estamos todos igual de indefensos. La salud es nuestra verdadera riqueza, la nuestra y la de los seres queridos que hacen a nuestra vida día a día. Lo otro va y viene, como esta Argentina que recorre ciclos que se repiten una y otra vez.
Amo viajar más que ninguna otra cosa, y sí, la devaluación de 45 pesos a 63 me molestó, lo mismo que el cepo y el 30 % del impuesto PAIS, un combo fatal que provoca que viajar al exterior sea muy costoso, imposible para muchísimos y muy difícil para mí (en mi caso sólo posible por las millas y puntos acumulados). Una situación adversa in extremis para quienes soñamos y disfrutamos recorriendo el mundo, que sin embargo no agobia. Porque tengo salud, lo mismo que mis familiares y seres queridos. Y eso importa más, porque en el caso de que alguno de nosotros no la tuviésemos, no hay dinero que pueda subsanarlo. ¿Todas las restricciones viajeras? Tranquilos, estamos todos los blogueros que nos vamos a devanar los sesos para encontrarle la vuelta y de alguna manera, en modo cooperativo, nos ayudaremos a adaptarnos y acomodarnos a este contexto, y entre todos vamos a encontrar la manera de enfrentar estas barreras. Ya lo hemos hecho años atrás, lo volveremos a hacer. Viajaremos, de maneras más baratas, con menos gustos, yendo a hostels en vez de hoteles, a destinos más cercanos e incluso a destinos dentro del país, pero seguiremos haciéndolo. Es simplemente cuestión de ingenio y de realizar algunos sacrificios, porque quienes viajamos, disponemos de una situación que cubre nuestras necesidades básicas, por lo cual si nos proponemos, una vuelta le vamos a encontrar. Lo realmente importante es otra cosa. Que el Árbol nunca te tape el Bosque.
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