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  • BAÑOS PÚBLICOS: Del POLICÍA de la DUCHA en ISLANDIA a la NOCHE que nos BALDEARON en un JIMJILBANG de SEÚL

    BAÑOS PÚBLICOS: Del POLICÍA de la DUCHA en ISLANDIA a la NOCHE que nos BALDEARON en un JIMJILBANG de SEÚL

    Todo comenzó con los saunas en mi amada Finlandia, prosiguió con las piscinas públicas de Islandia, continuó con los Onsen y Sentos en Japón y como no podía ser de otra manera, finalizó con los Jimjilbang en Seúl. Mi pareja parece tener un radar para cualquier tipo de baños típicos del lugar. En Finlandia debíamos dedicarle al menos un par de horas al sauna (que ante tamaño frío, representaba casi el regreso a la vida) mientras en Islandia estuvimos 3 días y fuimos a 4 piscinas. En Japón, todo se hacía más difícil gracias al estampado dérmico de mi compañero de viajes (la mayoría de los Onsen y Sentos no admiten personas con tatuajes, ya que se los relacionan con miembros de la mafia japonesa o presidiarios); pero aún así se encargó de hallar un Onsen en Asakusa, donde había hasta miembros de la Yakuza según un japonés que hablaba español, con quien entablamos una agradable conversación en una pileta que tiraba impulsos eléctricos (así como se lee), y obviamente, como en todas estas ocasiones, desnudos (a excepción del caso islandés). Lo irónico es que a mi pareja, que le encanta todo tipo de baño típico y que encuentra todas las semanas un tatuaje nuevo para ir cubriendo su cada vez menos divisable piel, es pudoroso con la desnudez pública. En ese sentido, debo tener en mi ADN algún gen escandinavo (claramente NOT), porque en esas situaciones, cero drama tengo.

    Carteles en los vestuarios de los baños públicos de Islandia, indicando los lugares del cuerpo a higienizar antes de ingresar a las piscinas.

    Visitando las piscinas públicas de Islandia (que merecen post propio) es que llegué a observar uno de los trabajos más bizarros que jamás haya visto. Antes de ingresar a la pileta, uno debe ducharse y enjuagarse religiosamente, así como lo marcan las indicaciones diseminadas por el vestuario, la cabeza, axilas, genitales y trasero. Eso se hace en una gran habitación de tres paredes con varias regaderas de ducha a la que les falta una cuarta pared, espacio en el que se encuentra, tras el vidrio de una garita, un hombre que se cerciora que efectivamente hagas eso, y que efectivamente estés desnudo. Trabajo insólito si los hay, pensando en nuestra cabeza tan puritana.

    Pero nada jamás se compara a nuestra experiencia en el Siloam SPA, el Jimjilbang o Baño Coreano más conocido, ubicado en las cercanías de la Estación Central de Seúl. Una experiencia inolvidable que marcó nuestra última noche de la travesía por Japón y Corea del Sur.

    El Jimjilbang Coreano

    ¿Cómo llegar al Siloam SPA?

    Estación de Metro Seoul Station

    Llegar al Siloam SPA es bastante simple. Si llegás por Metro en la Línea 1 o 4, tenés que tomar la Exit 1 de la Estación Seoul hacia la avenida principal. Si en caso tomás la Línea 2 o 5, te bajás en las estación Chungjeongno (o Kyonggi University), y salís por la Exit 5. Ahora, si llegás en Bus, tenés que bajarte en la parada de bus Seobu de la Estación Seúl, y tenés que tomar cualquiera de los siguientes buses azules: 173, 261, 262, 463, 503, 604 y N16. Si llegás en Bus Verde, los colectivos que te van a dejar en la Estación Seobu son 06, 0015, 0016, 7013 y 7024.

    Autobús Azul Ruta 262.

    Siloam SPA: De los Precios y La Experiencia

    Primero que nada, hay que comprender que en Corea del Sur hay tres tipos de baños públicos:

    Sleeping Room, o Cuarto Para dormir del Siloam Spa. para quienes abonen la tarifa de JimJilBang.

    El primero son los Baños, que ofrecen duchas y piscinas grandes; el segundo son los Saunas, que tienen duchas, baños, saunas y lugares para relajarse, y el Jimjilbang, que ofrece todo lo anterior, más opciones para comer, beber, y compartimentos para dormir, a un precio muy conveniente. De hecho, muchos pasajeros con escala larga en Seúl aprovechan los Jimjilbang para pagar mucho menos que en un hotel.

    Snore Room o Cuarto de Ronquidos, destinado para dormir a personas que ronquen mientras descansan.

    En este caso, el Siloam SPA es un Jimjilbang de cinco pisos, en el que cuenta hasta con espacios dedicados a viajeros que necesiten pasar la noche por pocos Wons, pero lo que nos interesa es su servicio de spa. Primeramente pagamos unos 12 mil Wons (unos 10 USD) para hacer el uso de los baños y todos los saunas (e incluso la posibilidad de dormir) si llegamos de 5 de la mañana a 8 de la noche. Si arribamos entre las 8 de la noche y 5 de la mañana, el precio a pagar es de 17 mil Wons (unos 14 USD. Todos los precios los podés encontrar aquí).

    Precios del Siloam SPA.

    Allí nos habilitarán un locker para la ropa y uno para los zapatos, y se nos entregarán unas salidas de baño y toallas de diferente color si sos hombre, mujer o niño: marrón para el hombre, naranja para la mujer y rosa o azul para los niños. Una vez cambiados y completamente desnudos debajo de nuestra salida de baño nos dirigimos al subsuelo donde deberemos quitarnos la salida de baño y ducharnos antes de entrar al Spa propiamente dicho.

    Servicios del Siloam Spa de acuerdo a cada piso.

    Allí nos esperan varios saunas y piscinas con aguas con distintas propiedades. podrás probar entre el sauna húmedo, el sauna de jade y el sauna de sal, que está cubierto por grandes cantidades de sal gruesa. Asimismo, podés disfrutar de las piletas de artemisa, piedra de jade, sal y de un tipo de musgo.

    Pero lo fascinante no es eso, es ver la cantidad de hombres de todas las formas, tamaños y edades deambulando desnudos sin vergüenza alguna por doquier, exfoliándose o humectándose en la ducha después de los baños, o bien sometiéndose a unos masajes que realmente descontracturan, pero al día de hoy no se si son los masajes o la manera en la que te zamarrean lo que logra ese objetivo.

    Camillas para masajes y exfoliación corporal.

    Apenas uno de los hombres que se encargan de las exfoliaciones y masajes (ambas cosas se pagan aparte, a razón de 10 Mil Wons sólo la exfoliación y combos que empiezan en los 15 mil Wons que incluyen exfoliación y algún tipo de masaje) me llamó, me dirigí hacia el sector. Me pidió que me recueste boca arriba, y fue ahí que recibí, desde unos dos metros, el primer baldazo. Aún no repuesto de la sorpresa, me pidió que me ponga boca abajo para recibir otro baldazo, y luego de costado para recibir un par de baldazos más. Posteriormente, agarró una esponja exfoliante y empezó a raspar (parecía que con furia) cada poro posible: con agua, jabón y esa esponja con textura de lija de obra me enjabonaba y refregaba la piel; primero boca arriba, luego boca abajo, y luego de costado, donde tras levantar una de mis piernas, exfolió hasta bastante cerca de mis genitales (aclaro, el hombre me zamarreaba y giraba como si yo fuese un bife a la plancha). A esa altura, mientras yo sólo quería reír por lo bizarro de la escena, él me mostraba los restos de piel muerta que sacaba de mi cuerpo. Una vez todo cubierto en jabón, prosiguió otra sesión de varios baldazos para enjuagarme. La escena es como te la describo: yo acostado en una camilla, mientras un completo desconocido literalmente me baldeaba como si fuese una baldosa de vereda. Yo solo atinaba a reírme, máxime cuando en la camilla de al lado mi pareja estaba siendo igualmente baldeado. Una escena y experiencia simplemente maravillosa (e hilarante). Y la piel, reluciente como creo jamás antes o después lo estuvo.

    Sector de Comida en el Siloam Spa, Seúl

    Posteriormente entramos a toda piscina y sauna, y nos acostamos boca abajo en una camilla donde desde arriba recibías chorros de agua a alta presión sobre la columna. Posteriormente, nuestro recorrido continuó en otros pisos en el cuarto de oxígeno, cuarto de hielo y al sauna a base de fuego, para terminar absolutamente agotados, pero felices y relajados. Nos duchamos, y como los demás locales que habían sido tan «maltratados» como nosotros, nos humectamos el cuerpo con la crema de los grandes dispensers repartidos por la ducha. Si algo llama poderosamente la atención en Seúl, es la especial atención que se le da al cuidado de la piel y la estética.

    Había además opciones para comer, beber algo, leer o ver TV, pero decidimos irnos al hotel. Era cerca de la 1 AM, y aprovechamos para cruzar la avenida hacia la estación central por un muy elegante puente lleno de sillones, hasta llegar a la estación de metro que nos depositaría de regreso al comercial y coqueto barrio de Myeong Dong (que merece también un post propio), donde nos esperaba nuestro hotel para la última noche en nuestra primera travesía asiática, un viaje tan frenético e intenso, cómo absolutamente inolvidable.

  • Crónicas Laponas Nº2: Santa Claus Express, Rovaniemi y Ranua.

    Crónicas Laponas Nº2: Santa Claus Express, Rovaniemi y Ranua.

    Tienda Stockmann, Helsinki.

    Caminamos en la fría noche de Helsinki por Mannhermeintie desde el hotel hacia la estación de trenes, arrastrando sobre el hielo el equipaje donde las compras en línea no fueron acomodadas sino aleatoriamente desparramadas (maldito Amazon y sus ofertas, y maldito yo que no me les puedo resistir). El camino es corto pero pesado gracias a la gelidez del suelo, pero finalmente llegamos a destino acompañados de las luces de la noche Helsinguina.

    Arribamos finalmente a la Ratautientori donde nos esperaba a las 18:44 el tren nocturno que nos llevaría a nuestro próximo destino: Rovaniemi, una escala del tren que finalizaría su recorrido en Kemijärvi. En la fila se aprecian ya algún que otro pasajero con ojos más rasgados y pelo oscuro, características físicas de los Sami, los aborígenes de Escandinavia y el último pueblo indígena de Europa; signos inequívocos de que nos dirigíamos a la capital de la Laponia finlandesa. Extrañamente el tren se demoró unos 20 minutos pero finamente llegó y no sería otro que el Santa Claus Express. Un hermoso tren (mi medio de transporte favorito) de dos pisos, donde nos aguardaba una pequeña pero cómoda habitación con dos camas y baño propio. Difícil fue subir las valijas hacia el segundo piso, pero una vez arriba nos acomodamos para transcurrir las más de 12 horas que nos depositarían en las cercanías del Círculo Polar Ártico. Así de loco sonaba, así de maravillosa era la travesía que iniciábamos…

    Esperando por el Tren, Ratautientori, Helsinki.

    Pasajeros esperando por el tren, Ratautientori, Helsinki.

    Arribamos a Rovaniemi a las 7:30 AM, a una ciudad todavía a oscuras y lejos de estar en funcionamiento. La vida comercial en Escandinavia comienza a las 10 AM, y en la Laponia incluso a las 11. Llegamos al hotel donde obviamente no nos darían aún la habitación por lo que decidimos ganar tiempo e ir al Zoológico de Ranua, una ciudad que nos explicaba la conserje del hotel era su hogar natal, y donde sólo viven 5 mil habitantes.

    Estación de Trenes de Rovaniemi, Finlandia.

    Santa Claus Express, Rovaniemi.

    Santa Claus Express, Rovaniemi.

    Rovaniemi a nuestra llegada.

    Con los primeros atisbos de luz solar salimos con dirección hacia la Estación de Buses de Rovaniemi previo paso por uno de los supermercados, los únicos comercios que abren a las 8 o incluso 7, y que cierran a las 23. El K-Supermarket resultó ser una delicia de productos lapones y demás, elegante, completo y una muestra de que la Laponia Finlandesa era no tan cara como sus contrapartes sueca y noruega. Tras un rato recorriendo sus góndolas y descubriendo los productos que se consumen en latitudes tan lejanas, nos volvimos a abrigar para caminar hacia la Estación. El cielo era gris, estaba muy cargado y la luz apenas atravesaba el espesor de las nubes. El suelo estaba cubierto de hielo por lo que había que tener extremo cuidado al caminar. Rovaniemi aparecía frente a mis ojos como una ciudad quizás no pintoresca, pero repleta de parques cubiertos de hielo y de comercios. Una característica escandinava es que sin importar la cantidad de habitantes, todos los lugares tienen una infraestructura comercial digna de ciudades de mayor magnitud. Rovaniemi tiene 60 mil habitantes y consta de dos centros comerciales, y varios supermercados.

    Vistas de Rovaniemi.

    Vistas de Rovaniemi.

    Llegamos a la estación después de haber recorrido unas 10 cuadras a solas, con la sensación de ser las únicas dos personas en las calles. La Estación es pequeña, consta de un negocio donde comprar souvenirs, revistas, café y algo para comer y unas mesas para sentarse a esperar o a consumir algo. En ella estábamos una joven también foránea como nosotros que esperaba por el mismo bus, la cajera del comercio, dos hombres que parecían ser habitués de la confitería y nosotros dos, en el ya acostumbrado silencio escandinavo, donde solo nuestras voces parecían oírse.

    Parada del bus que lleva a Ranua, Estacion de Buses de Rovaniemi.

    El Bus a Ranua y Ranua Zoo sale siempre de la parada número 6 y sus horarios y precios se pueden observar aquí para la ida de Rovaniemi a Ranua y aquí para la vuelta. Son cuatro frecuencias de lunes a jueves, cinco los viernes, dos los sábados y tres los domingos. El precio ronda entre los 15 y 17 euros por persona el tramo. Son bastante puntuales, aunque se puede esperar alguna demora dependiendo del clima.

    El viaje dura alrededor de 1 hora y por la ventana se logran apreciar bosques de coníferas y más de un lago ya congelado. No en vano Finlandia es conocido como el país de los mil lagos.

    Entrada al Ranua Zoo, Ranua, Laponia Finlandesa.

    El bus frena en el Ranua Zoo y tras cuidadosamente descender nos dirigimos hacia la recepción dónde nos atiende una amable joven española que vive por allí y  tras darnos la buena nueva de que todos los animales estaban afuera a excepción del Oso Pardo que ya estaba hibernando, nos advierte que tengamos cuidado porque había helado la noche previa. Los senderos de madera estaban cubiertos por una capa de hielo a los costados mientras que en el medio la arena y piedritas intencionalmente desparramadas impidió la formación del mismo. Una característica que veríamos en todas las aceras y parques de la Laponia a fin de minimizar los riesgos de accidentes con hielo. Hacía frío y encima llovía, por si faltase un condimento. Una lluvia moderada, que no impedía que comenzásemos a recorrer este hermoso parque de vida salvaje con características muy particulares: en el zoológico no hay luces artificiales para no alterar los ciclos de los animales, por lo que en caso de llegar en invierno después de las 14 horas, cuando ya es de noche, podés ingresar trayendo tu propia antorcha o linterna, o bien alquilando una en la entrada del zoo. En este parque sólo hay animales propios del ártico, y para sus visitantes, quizás sea la más simple o incluso única manera de poder observar animales tan emblemáticos como el Oso Polar o el Zorro Blanco, en su hábitat natural.

    El recorrido duró un poco más de 2 horas y pudimos observar desde roedores pequeños hasta el magnífico Oso Polar, pasando por muchos búhos, águilas, zorros y por supuesto, los emblemáticos renos. Una experiencia sobrecogedora de poder observar animales sólo antes vistos por nosotros a través de Discovery Channel o National Geographic, a apenas metros de distancia. Comenzábamos a darnos cuenta de donde estábamos, de cuán lejos de casa nos encontrábamos y a dimensionar lo que ya se estaba transformando en una de las travesías más inolvidables de nuestras vidas.

    La jornada en Ranua continuó en el pintoresco buffet del zoológico, ambientado con madera pintada de blanca y ornamentas de renos, donde bebimos un imperiosamente necesario chocolate caliente para recuperar calor en el cuerpo. Allí permanecimos un rato, a la espera del horario para tomar el autobús de regreso a Rovaniemi. Para ello, caminamos muy lentamente sobre el hielo a fin de llegar a la parada que se ubica sobre la ruta, donde ya esperaban unos turistas franceses por el mismo colectivo. El bus llegó con unos 15 minutos de demora, pero nos rescató del húmedo frío que nos aquejaba, y nos depositó, una hora después, en la capital de la Laponia Finlandesa.

    Descendimos del bus en inmediaciones de nuestro hotel, y después de un breve ingreso a nuestra habitación, cruzamos la calle hacia el Rinteenkulma Shopping Center, el centro comercial que habíamos visitado por la mañana para visitar el K-Supermarket. Continúa siendo un misterio para mí el funcionamiento de tamañas estructuras comerciales en ciudades tan pequeñas. Los comercios tenían muy pocos clientes, o simplemente ninguno. Y eso incluía supermercados, locales de comidas típicos de centros comerciales y grandes tiendas departamentales. Una de esas cosas que me llamaron la atención de mi primer día en la Laponia.

    Productos de la Laponia en el K-Supermarket, Rovaniemi, Finlandia.

    Tras un tranquilo y no tan breve recorrido por el Rinteenkulma y sus comercios, regresamos al hotel para finalizar el día con una experiencia inevitable cuando se está en Finlandia: el Sauna. Una institución tan arraigada en la vida finesa que casi todas las casas poseen uno… Sino como explicar que en un país de 5 millones de habitantes existan 2,5 millones de saunas. Saunas en casas, hoteles, en algún McDonalds, en teleféricos donde las góndolas son cabinas de sauna, o como el caso del SkySauna, la rueda de la fortuna de Helsinki con cabinas de sauna que reemplazan las clásicas góndolas. Queda claro que lo del sauna alcanza ribetes insólitos en Finlandia; insólito solo para quién no nació en estos lares. 

    Tras una sesión de calor moderado cuando estábamos a solas, y una temperatura que crecía a niveles de ardor cuando ingresaban los locales que no se cansaban de mojar las piedras y provocar un vapor sofocante, nos retiramos a la habitación, no sin antes mirar azorados como un huésped del hotel ingresaba con su bebé (si, bebé con pañales y de no más de 6 meses) y se perdían tras el vapor del sauna que era todo lo que se podía ver a través del vidrio de la puerta. Quedamos perplejos pero a la vez entendiendo que quizás este caso ilustre como ninguno la naturalidad del sauna en la vida cotidiana finesa. O quizás sea simplemente un padre irresponsable. Cualquiera fuese la suposición correcta, lo único cierto es que llegaba a su fin nuestro primer día en la Laponia. Sorprendidos, abrumados y agotados, sin siquiera imaginar lo que nos depararía la inolvidable travesía por la sobrecogedora e imponente belleza del Ártico