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  • Crónicas Laponas Nº 3: Visitando a Santa Claus (con grampas para hielo)

    Crónicas Laponas Nº 3: Visitando a Santa Claus (con grampas para hielo)

    Nos levantamos temprano por la mañana. A eso de las 8 de la mañana bajamos a disfrutar uno de los grandes placeres que me inspiran a volver una y otra vez a Escandinavia: el desayuno. Repleto de arenques bajo todo tipo de preparaciones, variedad de panadería, platos calientes y una llamativa y atrayente cantidad de opciones para veganos, intolerantes a la lactosa, celíacos y cualquier tipo de elección o limitación alimenticia. El desayunador ubicado en el lobby del hotel era silencioso, como todo en las tierras del norte, y acentuado ese silencio aún más en la Laponia. Una cálida quietud que acompañaba la ingesta de calorías necesaria para enfrentar el frío, que si bien era mucho menor a lo esperado, se hacía sentir.

    Salimos del hotel con destino a la parada del Bus Expreso a la Santa Claus Village, sin dudas el mayor atractivo turístico de Rovaniemi. Cuando subimos al bus, el mismo estaba vacío, pero a medida que nos acercábamos al destino se fue llenando con una amplia mayoría de turistas españoles con sus hijos. Para ir a la Santa Claus Village se puede tomar tanto el Santa’s Express Bus o Bus Nº 8 en dirección al Circulo Ártico. Los horarios para el Santa`s Express los encontrás en este link y el precio es de 3,50 euros por tramo o 6,60 euros ida y vuelta, para los adultos. Para los menores de 4 a 14 años, el precio es de 1,80 el tramo o 3,60 ida y vuelta. En tanto que los horarios del Bus Nº 8 se encuentran en este enlace, y el precio es de 3,50 euros el tramo para adultos y 1,80 euros para menores. También existe para este último bus la posibilidad de comprar un Day Ticket por 8,80 euros por adulto y 4,50 euros por menor.

    Al cabo de menos de 30 minutos, arribamos finalmente a la Santa Claus Village. Lo primero que encontramos al ingresar fue la Oficina de Información Turística del Circulo Ártico. Lo más llamativo es que la oficina y el Hall de Recepción, en donde hay varios locales de souvenirs y algunos lugares para comer o tomar algo, se encuentran atravesados por una línea pintada en el piso que marca que estamos cruzando el paralelo y estamos ingresando efectivamente al Círculo Polar Ártico. De hecho, en la Oficina de Información te entregan un Certificado de que cruzaste al Ártico a cambio de 5 euros, si mal no recuerdo.

    Ya dentro del parque, sin realmente saber que esperar, nos dirigimos a la oficina de Santa Claus, para encontrarnos con el personaje que acompañó nuestras infancias y que nunca deja de ser ese lazo con el niño dentro de uno; esa inocencia que no he de perder y que me arraiga a los placeres más puros de mi vida y existencia.

    Al entrar a la oficina, con una cándida simpatía las mujeres que atendían nos entregan unas enormes bolsas rojas reutilizables con un gran dibujo de Santa Claus donde guardar nuestros abrigos y demás elementos para que nuestro encuentro con Santa fuese más cómodo y rápido. «Las bolsas se las pueden llevar como un souvenir», nos aclaran. Comenzamos entonces a caminar por unos largos pasillos, decorados con todo tipo de artefactos referentes a Santa Claus, que imaginamos en fechas cercanas a la navidad deben de estar llenos con filas interminables de niños y no tanto, ansiosos de conocer a Santa.

     

    Llegamos entonces a la puerta. Sólo había antes nuestro un grupo de cuatro turistas asiáticos, así que nuestra espera fue corta, y eventualmente ingresamos. Dejamos las bolsas a un costado, y nos dirigimos hacia el set donde se encontraba Santa Claus. Y por un momento nos permitimos creer que estábamos con Santa. Amable, con una gran barba platinada, ojos celestes cristalinos y un atuendo en el que destacaban sus largas medias rayadas, le hice entrega de las cartas que traía yo desde Salta. Antes de partir hacia la Laponia les dije a mis amigos y familiares que avisen a sus niños que si lo deseaban, podían darme las cartas para que yo personalmente se las entregue a Santa. Lo cual así sucedió. Un encuentro que duró apenas un par de minutos que sirvió para que grabasen un video y sacasen un par de fotos. Cabe remarcar que la entrada al parque es gratuita, pero una foto impresa con Santa Claus cuesta 32 euros, y el combo de las dos fotos digitales más el video con Santa Claus cuesta alrededor de 40 euros. Nada económico, lo sé…

    Tras salir por el Gift Shop de la Oficina de Santa Claus, nos colocamos las grampas en las botas y caminamos por el parque. El día anterior habíamos sufrido con el hielo en Ranua, y si bien a lo largo y ancho del parque todo el piso estaba cubierto de hielo, esta vez habíamos venido preparados. La noche anterior,  en el Class Ohlson del Rinteenkulma Shopping Center ubicado al frente del hotel, compramos unas grampas adaptables a cualquier calzado que nos permitieron caminar por el parque con total tranquilidad. Vienen en varios tamaños y colores, e incluso existen las versiones más caras para correr en hielo y las más pequeñas, que sirven para zapatos de mujer con tacones. Su precio fue de 12 Euros, y valieron cada centavo.  

     

    Ya con las grampas en nuestras botas paseamos por el parque hasta arribar a un pequeño circuito donde estaban los trineos tirados por renos. En 2018 Finlandia y la Laponia tuvieron uno de los otoños e inviernos con menos nieve en mucho tiempo. Aún así, en ese circuito había nieve suficiente para poder acostarnos en los enormes trineos, cubiertos por una manta que presumimos era de piel de reno, y dar una vuelta al circuito por entre medio de árboles y flora de la Laponia. Una de esas cosas que creo jamás imaginé experimentar.

    Ya en nuestro camino de retirada del Village, escuchamos un diálogo entre una de las jóvenes del Centro de Visitantes con un turista sobre unos tours para ver Auroras Boreales. Lo que alcanzamos a oír fue que esa noche habían grandes chances de observarlas puesto que se pronosticaban cielos despejados. Siendo las Auroras uno de los atractivos más importantes de un viaje por estos lares en otoño e invierno, todo dato servía. Fue entonces que, con esa idea en mente, emprendimos el regreso hacia Rovaniemi, a fin de pasear por la ciudad y planificar lo que sería una de las primeras noches inolvidables de esta travesía. 

     

     

  • Crónicas Laponas Nº2: Santa Claus Express, Rovaniemi y Ranua.

    Crónicas Laponas Nº2: Santa Claus Express, Rovaniemi y Ranua.

    Tienda Stockmann, Helsinki.

    Caminamos en la fría noche de Helsinki por Mannhermeintie desde el hotel hacia la estación de trenes, arrastrando sobre el hielo el equipaje donde las compras en línea no fueron acomodadas sino aleatoriamente desparramadas (maldito Amazon y sus ofertas, y maldito yo que no me les puedo resistir). El camino es corto pero pesado gracias a la gelidez del suelo, pero finalmente llegamos a destino acompañados de las luces de la noche Helsinguina.

    Arribamos finalmente a la Ratautientori donde nos esperaba a las 18:44 el tren nocturno que nos llevaría a nuestro próximo destino: Rovaniemi, una escala del tren que finalizaría su recorrido en Kemijärvi. En la fila se aprecian ya algún que otro pasajero con ojos más rasgados y pelo oscuro, características físicas de los Sami, los aborígenes de Escandinavia y el último pueblo indígena de Europa; signos inequívocos de que nos dirigíamos a la capital de la Laponia finlandesa. Extrañamente el tren se demoró unos 20 minutos pero finamente llegó y no sería otro que el Santa Claus Express. Un hermoso tren (mi medio de transporte favorito) de dos pisos, donde nos aguardaba una pequeña pero cómoda habitación con dos camas y baño propio. Difícil fue subir las valijas hacia el segundo piso, pero una vez arriba nos acomodamos para transcurrir las más de 12 horas que nos depositarían en las cercanías del Círculo Polar Ártico. Así de loco sonaba, así de maravillosa era la travesía que iniciábamos…

    Esperando por el Tren, Ratautientori, Helsinki.
    Pasajeros esperando por el tren, Ratautientori, Helsinki.

    Arribamos a Rovaniemi a las 7:30 AM, a una ciudad todavía a oscuras y lejos de estar en funcionamiento. La vida comercial en Escandinavia comienza a las 10 AM, y en la Laponia incluso a las 11. Llegamos al hotel donde obviamente no nos darían aún la habitación por lo que decidimos ganar tiempo e ir al Zoológico de Ranua, una ciudad que nos explicaba la conserje del hotel era su hogar natal, y donde sólo viven 5 mil habitantes.

    Estación de Trenes de Rovaniemi, Finlandia.
    Santa Claus Express, Rovaniemi.
    Santa Claus Express, Rovaniemi.
    Rovaniemi a nuestra llegada.

    Con los primeros atisbos de luz solar salimos con dirección hacia la Estación de Buses de Rovaniemi previo paso por uno de los supermercados, los únicos comercios que abren a las 8 o incluso 7, y que cierran a las 23. El K-Supermarket resultó ser una delicia de productos lapones y demás, elegante, completo y una muestra de que la Laponia Finlandesa era no tan cara como sus contrapartes sueca y noruega. Tras un rato recorriendo sus góndolas y descubriendo los productos que se consumen en latitudes tan lejanas, nos volvimos a abrigar para caminar hacia la Estación. El cielo era gris, estaba muy cargado y la luz apenas atravesaba el espesor de las nubes. El suelo estaba cubierto de hielo por lo que había que tener extremo cuidado al caminar. Rovaniemi aparecía frente a mis ojos como una ciudad quizás no pintoresca, pero repleta de parques cubiertos de hielo y de comercios. Una característica escandinava es que sin importar la cantidad de habitantes, todos los lugares tienen una infraestructura comercial digna de ciudades de mayor magnitud. Rovaniemi tiene 60 mil habitantes y consta de dos centros comerciales, y varios supermercados.

    Vistas de Rovaniemi.
    Vistas de Rovaniemi.

    Llegamos a la estación después de haber recorrido unas 10 cuadras a solas, con la sensación de ser las únicas dos personas en las calles. La Estación es pequeña, consta de un negocio donde comprar souvenirs, revistas, café y algo para comer y unas mesas para sentarse a esperar o a consumir algo. En ella estábamos una joven también foránea como nosotros que esperaba por el mismo bus, la cajera del comercio, dos hombres que parecían ser habitués de la confitería y nosotros dos, en el ya acostumbrado silencio escandinavo, donde solo nuestras voces parecían oírse.

    Parada del bus que lleva a Ranua, Estacion de Buses de Rovaniemi.

    El Bus a Ranua y Ranua Zoo sale siempre de la parada número 6 y sus horarios y precios se pueden observar aquí para la ida de Rovaniemi a Ranua y aquí para la vuelta. Son cuatro frecuencias de lunes a jueves, cinco los viernes, dos los sábados y tres los domingos. El precio ronda entre los 15 y 17 euros por persona el tramo. Son bastante puntuales, aunque se puede esperar alguna demora dependiendo del clima.

    El viaje dura alrededor de 1 hora y por la ventana se logran apreciar bosques de coníferas y más de un lago ya congelado. No en vano Finlandia es conocido como el país de los mil lagos.

    Entrada al Ranua Zoo, Ranua, Laponia Finlandesa.

    El bus frena en el Ranua Zoo y tras cuidadosamente descender nos dirigimos hacia la recepción dónde nos atiende una amable joven española que vive por allí y  tras darnos la buena nueva de que todos los animales estaban afuera a excepción del Oso Pardo que ya estaba hibernando, nos advierte que tengamos cuidado porque había helado la noche previa. Los senderos de madera estaban cubiertos por una capa de hielo a los costados mientras que en el medio la arena y piedritas intencionalmente desparramadas impidió la formación del mismo. Una característica que veríamos en todas las aceras y parques de la Laponia a fin de minimizar los riesgos de accidentes con hielo. Hacía frío y encima llovía, por si faltase un condimento. Una lluvia moderada, que no impedía que comenzásemos a recorrer este hermoso parque de vida salvaje con características muy particulares: en el zoológico no hay luces artificiales para no alterar los ciclos de los animales, por lo que en caso de llegar en invierno después de las 14 horas, cuando ya es de noche, podés ingresar trayendo tu propia antorcha o linterna, o bien alquilando una en la entrada del zoo. En este parque sólo hay animales propios del ártico, y para sus visitantes, quizás sea la más simple o incluso única manera de poder observar animales tan emblemáticos como el Oso Polar o el Zorro Blanco, en su hábitat natural.

    El recorrido duró un poco más de 2 horas y pudimos observar desde roedores pequeños hasta el magnífico Oso Polar, pasando por muchos búhos, águilas, zorros y por supuesto, los emblemáticos renos. Una experiencia sobrecogedora de poder observar animales sólo antes vistos por nosotros a través de Discovery Channel o National Geographic, a apenas metros de distancia. Comenzábamos a darnos cuenta de donde estábamos, de cuán lejos de casa nos encontrábamos y a dimensionar lo que ya se estaba transformando en una de las travesías más inolvidables de nuestras vidas.

    La jornada en Ranua continuó en el pintoresco buffet del zoológico, ambientado con madera pintada de blanca y ornamentas de renos, donde bebimos un imperiosamente necesario chocolate caliente para recuperar calor en el cuerpo. Allí permanecimos un rato, a la espera del horario para tomar el autobús de regreso a Rovaniemi. Para ello, caminamos muy lentamente sobre el hielo a fin de llegar a la parada que se ubica sobre la ruta, donde ya esperaban unos turistas franceses por el mismo colectivo. El bus llegó con unos 15 minutos de demora, pero nos rescató del húmedo frío que nos aquejaba, y nos depositó, una hora después, en la capital de la Laponia Finlandesa.

    Descendimos del bus en inmediaciones de nuestro hotel, y después de un breve ingreso a nuestra habitación, cruzamos la calle hacia el Rinteenkulma Shopping Center, el centro comercial que habíamos visitado por la mañana para visitar el K-Supermarket. Continúa siendo un misterio para mí el funcionamiento de tamañas estructuras comerciales en ciudades tan pequeñas. Los comercios tenían muy pocos clientes, o simplemente ninguno. Y eso incluía supermercados, locales de comidas típicos de centros comerciales y grandes tiendas departamentales. Una de esas cosas que me llamaron la atención de mi primer día en la Laponia.

    Productos de la Laponia en el K-Supermarket, Rovaniemi, Finlandia.

    Tras un tranquilo y no tan breve recorrido por el Rinteenkulma y sus comercios, regresamos al hotel para finalizar el día con una experiencia inevitable cuando se está en Finlandia: el Sauna. Una institución tan arraigada en la vida finesa que casi todas las casas poseen uno… Sino como explicar que en un país de 5 millones de habitantes existan 2,5 millones de saunas. Saunas en casas, hoteles, en algún McDonalds, en teleféricos donde las góndolas son cabinas de sauna, o como el caso del SkySauna, la rueda de la fortuna de Helsinki con cabinas de sauna que reemplazan las clásicas góndolas. Queda claro que lo del sauna alcanza ribetes insólitos en Finlandia; insólito solo para quién no nació en estos lares. 

    Tras una sesión de calor moderado cuando estábamos a solas, y una temperatura que crecía a niveles de ardor cuando ingresaban los locales que no se cansaban de mojar las piedras y provocar un vapor sofocante, nos retiramos a la habitación, no sin antes mirar azorados como un huésped del hotel ingresaba con su bebé (si, bebé con pañales y de no más de 6 meses) y se perdían tras el vapor del sauna que era todo lo que se podía ver a través del vidrio de la puerta. Quedamos perplejos pero a la vez entendiendo que quizás este caso ilustre como ninguno la naturalidad del sauna en la vida cotidiana finesa. O quizás sea simplemente un padre irresponsable. Cualquiera fuese la suposición correcta, lo único cierto es que llegaba a su fin nuestro primer día en la Laponia. Sorprendidos, abrumados y agotados, sin siquiera imaginar lo que nos depararía la inolvidable travesía por la sobrecogedora e imponente belleza del Ártico